Esos rizos locos

8.1.06

Un cámara de video en Cartagena

Pues sí, pues sí... resulta que al final los Reyes han venido también a Cartagena (con día de retraso porque ya se sabe que pilla ahí en una esquinita del mapa de España y los recobecos los cubren al día siguiente).
Y lo mejor es que resulta que me han dejado una cámara de vídeo (mi suegro y mi marido). Ahora sí que voy a poder grabar todos los trompazos de aquel que ose venirse a esquiar conmigo... Aparte de que mi santo me grabe haciendo demostraciones magistrales... jeje! pues la cámara tiene un zoom que quita el hipo. Así no nos pasará como el año pasado con la cámara de fotos, que cuando intentabas grabar sólo veías pequeños puntitos negros que no distinguías y cuando se acercaba lo suficiente para que pudieras ver al susodicho en cuestión, te dabas cuenta de que habías estado grabando a otro la mayor parte del tiempo. En fin!!
De todos modos es curioso lo que ocurre cuando pones una cámara de vídeo en manos de alguien. Les entra el síndrome del reportero que va narrando todos los acontecimientos, que además en la mayor parte de las ocasiones, son obvios... también pueden describir todo lo que se cruza en su camino o ponernos en situación.
Pues bien, debo confesar que es un sentimiento demasiado poderoso para resistirse a él... (aunque en mi caso puede que también influyan los estudios y la profesión). Es como una posesión que uno siente ante el miedo al vacío, a que la película sea demasiado sosa o aburrida. Jamás pensé que me comportaría así con una cámara en las manos y de hecho, siempre me había sorprendido mi padre cuando cogía la cámara y no dejaba de perseguirte haciendo preguntas absurdas o comentarios de todo lo que veía, pero la verdad es que eso hace que las películas sean bastante animadas en general y que luego te rias mogollón viéndolas.