Esos rizos locos

10.9.06

Crónicas del Camino II

La primera noche estuve a punto de matar a alguien, porque si bien había estado comentando justo la noche anterior que me repatea el hígado cuando Emilio pone la alarma a una hora y entonces la va retrasando “10 minutitos más”, justo esa noche hubo alguien que retrasó la alarma “10 minutitos más” como 8 ó 20 veces.
Esa noche además pasé algo de frío hasta que me decidí a levantarme y ponerme ropa y calcetines ¿quién dijo aquello de que desnudo se genera mucho más calor dentro del saco? ¡Mentira! Aparte de que quien lo dijera no dormía en un albergue con las complicaciones que ello implica.
Habíamos planeado dormir un poquito más esa noche porque la noche anterior no habíamos dormido nada, pero no hubo manera; los alemanes y los franceses empezaron a levantarse escalonadamente desde las 5.30 de la mañana (y eso que no amanecía hasta las 7.15 o así), eso sí, moviendo todas las bolsas del mundo mundial. Aún así resistimos y no nos levantamos, por aquello de que aunque no duermas, al menos descansas… pero no, porque el suelo lo que tiene es que no es muy descansado que digamos.
Salimos antes que el grupín de catalano-valencianos pero como nosotros paramos a desayunar como dios manda en el primer pueblo, nos adelantaron. Poco después volvimos a coincidir con ellos en una parada posterior, donde poco después se nos unió Angels. Esto supuso ralentizar nuestro ritmo pero nos daba pena dejarla sola.
Volvimos a coincidir con el grupo un par de veces, aunque cuando nos veían aparecer, reemprendían la marcha.
Finalmente antes de llegar a Pamplona, volvimos a coincidir y decidimos parar a comer en el primer sitio que encontramos (literalmente, porque la comida no fue ni buena ni barata). Estuvimos comentando dónde íbamos a pasar la noche: nosotros pensábamos quedarnos en Pamplona y ellos hablaban de avanzar unos cuantos kilómetros más hasta Cizur Menor, donde se comentaba que en el albergue de Maribel te daban masajes en los pies. Fue un argumento convincente y decidimos seguir con ellos.
El albergue de Maribel nos pareció estupendo, sobre todo comparado con el polideportivo de la noche anterior. Nos pusieron a todos en una habitación, menos al líder que ya se sabe que es de otra categoría y que la habitación era de 8 y nosotros éramos 7 pero ya había dos francesas super-rubias, que luego resultaron ser alemanas y que terminamos llamándolas “las vikingas” (que esto del Camino y de ir cruzándote siempre con la misma gente da mucho para motes).
Finalmente Maribel no daba masajes, pero curaba las ampollas, además de una manera peculiar pues sacaba el líquido de la ampolla con una jeringuilla, en vez del tradicional pinchado dejando el hilo dentro. Pasaron por sus manos Laura, Marina y Emilio (yo ya me había estrenado el día anterior y llevaba mi ampolla pinchada y forrada de “compeed”). Además acomodó algunas de las sandalias y botas con compresas con alas, que como son absorbentes evitan el sudor y por otra parte ayudan a que el pie vaya más acolchado y la alas se supone que ayudan a que no se muevan (o eso decían, porque creo que les duró sólo un día, pues luego estaban ya un poco cochambrosas, bailando de un lado para otro y como son las nuevas generaciones de compresas son ultrafinas, pues como que tampoco acolchaban demasiado).
Después de la ducha y la colada, fuimos a ver si tomábamos algo y por el camino paramos un ratito a que el personal “moviera un poco el cu-cu” (como dice Laura) porque eran las fiestas y había una orquestilla tocando. Cosa increíble por otra parte, ya que llevábamos todos los pies un tanto perjudicados. Pero ya se sabe que hay gente para todo…